Isidro Cantarino Calabuig
EL EJERCITO
Aquí la mas principal
Hazaña es obedecer
Y el modo como ha de ser
Es ni pedir ni rehusar
Aquí en fin, la cortesía
El buen trato, la verdad
La fineza, la lealtad
El honor, la bizarría
El crédito, la opinión
La constancia y la paciencia
La humildad y la obediencia
Fama, honra y vida son
Caudal de pobres soldados
Que en buena o mala fortuna
La milicia no es mas que una
Religión de hombres honrados
Calderon de la Barca
Así empieza esta pequeña historia de un divisionario, preso en Rusia, y que volvió en el Semiramis, nombre que poco a poco se ira perdiendo, como se perderán las historias de esos hombres que por diversas razones decidieron combatir en Rusia, junto al ejercito alemán. Llego y volvió de cabo. Se le nombra en un libro, Embajador en el Infierno, no se la pagina, pero allí aparece su nombre, fugazmente, como el de tantos otros divisionarios. Se que hay otro libro en que se hace referencia a él, pero no se cual es. Quizás vosotros, los que hayáis leído todos los libros publicados de la División Azul, lo sepáis.
Me siento orgulloso de haber servido con el, como controlador en Manises.
Su nombre, D.Isidro Cantarino Calabuig, Capitán retirado del Ejercito del Aire. Ignoro si aun vive. Cuando le conocí, en 1979 estaba al cargo del Centro de Control de Levante, yo era entonces un sargento recién salido de la academia. Conviví en el destino hasta 1988, que paso al retiro. Desde entonces no he vuelto a saber de él.
Hombre enjuto, serio, practico, cabal, y con las ideas del servicio muy claras. Recuerdo una patrona que coincidimos. Uniforme de gala, camisa blanca, guantes blancos y aquellos que la tenian las condecoraciones en la guerrera. El Capitan Cantarino, aparecio luciendo en la manga el escudo de divisionario, las medallas propias del Ejercito del Aire concedidas y la Cruz de Hierro de Segunda clase, y si la memoria no me traiciona, alguna medalla mas alemana.
Un día me conto una anecdota. Yo la cuento como la recuerdo.
Cuando las relaciones de España y la URSS comenzaron a "normalizarse", una comision militar sovietica llego a Madrid. Se necesitaban traductores del español al ruso y viceversa. Se le nombro como tal, porque dominaba el ruso y el aleman. Transcurrida la visita oficial, un general ruso se le acerco y le dijo: "El ruso que usted habla no es de academia". La contestación que recibio fue algo así: "No, mi ruso es propio de 10 años prisonero de guerra en los campos de concentracion de Siberia, y más concretamente de Irkusk, donde uste fue jefe del campo, y del que nos comimos su perro". El episodio del perro consta en el libro anteriormente citado. Como acabo la cosa no lo se, solo recuerdo que me conto, que a partir de ahi, el general ruso no se aparto de él en ningun momento, en lo que él entendio como un gesto de camaraderia.
Conservo su recuerdo y esta pequeña historia que me dio, escrita por el y que yo me atrevo a publicar, con su permiso.
Ahora ya, paso a transcribiros la historia, que este divisionario, prisionero de guerra en Siberia, me entrego un día en mano.
MI AMIGO OKUDA
Sin apenas darnos cuenta del paso del tiempo, el día 4 de abril hizo veinte años que los últimos voluntarios de la División Azul regresaron a la Patria, y también sin darnos cuenta comenzamos a repasar la utilidad de nuestras vidas y no tenemos plena conciencia del por qué en un momento determinado de ella estábamos allí, en un sector perdido del frente oriental, durante la Segunda Guerra Mundial; los hombres de Cortés estuvieron en Méjico, los Tercios en Flandes y los Divisionarios en Rusia, simplemente porque sí, los estrategas y los políticos podrán dar amplias y floridas explicaciones, los teólogos, profundas y dogmáticas razones basadas en el socorrido lema de la Cruz y la Espada y la Defensa de la civilización, pero para nosotros, los personajes de filas, que en aquel momento estábamos en las trincheras, frente a cien baterías y tres divisiones rusas listas para el asalto era solo cuestión de mala pata.
La primera división fue a Rusia en 1941 por moral, la segunda división de relevo que fue en 1942, ya no tanto, pero hay un hecho cierto e inequívoco y es que ambas fueron empujadas por recias virtudes de raza adquiridas y heredadas a lo largo de siglos de lucha que forjaron nuestra forma de ser y que nosotros en aquel momento y por cualquiera que fuera el motivo, estábamos allí, teníamos algo que hacer y lo íbamos a hacer bien.
Y efectivamente se hizo y lo demuestra las cinco citaciones en parte oficial del Mando Supremo alemán, los 6000 muertos en acción y la cantidad de cruces de hierro otorgadas por acciones individuales y colectivas; aunque nosotros, los 33 supervivientes del 250 batallón con efectivos cinco horas antes de 650 hombre y que cuando nos dimos cuenta estábamos prisioneros en el Cuartel General de la 111 División Siberiana, cuyo comisario exigía a gritos y represalias inmediatas por los 7000 rusos muertos ante nuestras posiciones, desfallecidos de hambre y de frío, amén de por otros motivos, no estábamos para muchas retóricas.
Porque, desde luego, el porvenir se nos presentaba sombrío, prisioneros en el Leningrado cercado, donde a la chita callando se practicaba el canibalismo, sin alimentos, ropas ni medicamentos y bombardeado día y noche por aviación y artillería que para mas fastidiar era la nuestra propia, no se veía mas que una salida, mejor dicho, la veía el mando ruso, nosotros francamente no veíamos ninguna.
La salida era, una línea de ferrocarril sobre la superficie helada del lago Ladoga, cordón umbilical de Leningrado, ciudad héroe, por el que bajo sus consabidos bombardeos, entraban las vituallas imprescindibles para el mantenimiento de la fortaleza sitiada y salían los que sobraban, es decir heridos, enfermos y nosotros, justo a tiempo para no morirnos de hambre, de frío, de miseria, de miedo o de cualquier otra cosa que, motivos para ello era lo único que había allí en abundancia.
El servir bajo las banderas de una unidad fogueada, tiene la ventaja de que la personalidad queda limitada al grado mínimo y son las unidades las que cuentan, el ser muchos los buenos y pocos los malos y apretados todos, hacia que la División Azul tuviera fama de corajuda y bravía, pero para nosotros había cambiado el panorama, el prisionero sin el aglutinante de la moral y de la disciplina se desmenuza en el individuo y cada uno iba a ser en lo sucesivo responsable de su propio comportamiento y del mantenimiento de su propia dignidad humana solamente ante su propia conciencia.
Lo malo del asunto es que los rusos son especialistas en eliminar la propia conciencia, es decir el yo jurídico y entonces todas las acciones se transformaban en eso, meras acciones conducentes a alargar la vida lo mas posible sin ninguna excusa moral y los arrogantes guerreros de antaño, se transformaron en pingajos infrahumanos de renqueante andar. Yo, también.
Los primeros que averiguaron las consecuencias fueron los perros, gatos, ratones y toda la fauna local, pues no quedo nada vivo que fuera comestible en varios kilómetros a la redonda, amen de tronchos de berzas, nabos o cualquier cosa que se pudiera mascar o echara humo, como hojas de patata o de cualquier otra clase, ya que no había tabaco. El papel nos lo proporciono D. Pepino. Pater de la compañía italiana que nos cedió, mal de su agrado, su libro de rezos de fino papel, con la condición de que le devolviéramos las hojas correspondientes al Oficio de Difuntos que era lo único que necesitaba, ya que las últimas siete pasas que tenia a remojo para que al exprimirlas saliera el vino necesario para la Consagración en la próxima misa, se las había comido algún hereje mientras él dormía.
Y así pasaron años y lugares, cargando madera en el Volga, picando carbón en los Urales, en la reconstrucción de Jarkov, Volvogrado y condenado a veinticinco años de trabajos forzados en Siberia acusado de agitación, contrarrevolución, espionaje y sabotaje.
Los pensamientos y recuerdos de los prisioneros, son como la luz de las estrellas. Los percibíamos sin tener en cuenta la variación y el progreso del punto emisor, los recordábamos igual que los vimos por última vez y entonces, al paso de los años sin ninguna noticia, un día de repente, nos damos cuenta que aquellos recuerdos que eran nuestro sostén, ya no existen, todo cambio y vario y que, ya no formamos parte de ellos, entonces la vida interior del cautivo, tan hipersensible como la de los tísicos de otrora, se desmorona, deja de percibir luz y si no tiene suficiente voluntad para sobreponerse, en su cerebro se hace la oscuridad.
Esto fue lo que le paso a mi amigo Okuda, el japonés.
Estábamos entonces construyendo un puente sobre el rió Angara que une el lago Baikal con el alto de Yenisey, en la provincia de Irkust, Lager 51, habíamos vuelto del trabajo y me hallaba sentado en un seto, descansando en la tibia tarde primaveral, sintiendo la indefinible sensación de pena y tristeza que sienten los que ya no tienen esperanza, miraba sin ver las volutas de humo de una “isba” lejana, cuando noté que me ponían levemente una mano sobre el hombro; me volví: era Okuda, Mayor de la Policía Imperial, samurai y campeón de la lucha japonesa, “…No temas, me dijo en ruso, todo llega tiempo a aquel que sabe esperar.” Y sin mas palabras se alejo lentamente, mientras yo notaba que una inefable sensación de gozo y alegría me embargaba, le seguí con la vista, iba a ver la puesta de sol, así como también iría a la salida tal y como hacía todos los días desde hacia tiempo. No trabajaba, pues decían que estaba loco, pero todos le apreciábamos profundamente.
Días después noté que ya no acudía a su cita con el sol, pregunte y me dijeron que estaba enfermo, fui a verle, su aspecto me impresiono, apenas puede apretarle el hombro esbozando una mueca que quiso ser una sonrisa de esperanza.
Murió al día siguiente simplemente de pena y desesperanza, Lo enterramos en el bosque de abedules, allí cerca, donde se hallaba el cementerio del campo 51. Cavamos una tumba hacia oriente, de forma que para siempre mirase el sol naciente donde estaba la patria por la que murió.
Por eso hoy en los días luminosos de libertad a veinte años y diez mil kilómetros de distancia recuerdo con nostalgia los sombríos de esclavitud ya que fue en ellos cuando conocí a mi amigo Okuda, Mayor de la Policía Imperial y rindo tributo a su memoria porque me dio lo que él ya no tenia: la fe y esperanza en el futuro suficiente para poder regresar
I. CANTARINO
Valencia - V-1974
La fotografia esta sacada del foro "memoriablau" y aportada por "divisionario250" y los dos ultimos documentos han sido copiados del mismo foro y concretamente de otro colaborador apodado "Langen".
Isidro Cantario Calabuig, Capitan del E.A., fallecio en el 2013. He intentado ponerme en contacto con algun familiar, pero los intentos han sido infructuosos.
Desde aqui, un recuerdo, para mi Capitan.
Obergrefeiter Heinz Baresel
Heinz Baresel, segundo por la derecha, junto al general, posiblemente Ferdinand Shöner,del que supongo era ayudante personal
Heinz y Edith. Esta foto fue tomada el dia de su boda.
Lo que vais a leer a continuación, es lo que declaro Guenther Heuer, en 1947, sobre la muerte de Heinz Beresel.
“El día 9 de Mayo de 1945, yo, Guenter Heuer, de Willich en Krefells, de la calle Martin Rieffers 14, y el cabo primero Heinz Baresel, (de 1,80 metros, rubio oscuro y dialecto de Hamburgo), fuimos a conocer Saatz, donde escuchamos un discurso pacifista de Churchill. Baresel y yo traducíamos el discurso. Nos alegramos un poco por ello y decidimos marcharnos a Hamburgo cuando termino el discurso, y aprovechando la ocasión. Nos fuimos desde Saatz en dirección Karlbad en un tren hospital, sin embargo como el tren llevaba sobrepeso, no pudo ir hacia Karlsbad y regreso a Saatz.
Pasamos la noche en el tren. Sobre las 7 de la mañana se presento en la estación de Saatz un gran tumulto, y nos dimos cuenta que un Panzer ruso esta preparándose enfrente de la estación.
Saltamos fuera del tren y buscamos la salida de Saatz dirección Karlsbad para escapar. A la salida de Saatz nos encontramos con civiles checos. En ese momento Baresel fue alcanzado inesperadamente en el corazón. Tosió un poco y murió.
Las insignias y pases del ejército alemán las habíamos dejado atrás en la huida. Sin embargo es posible que Baresel, al no llevar ningún documento personal, haya sido enterrado como desconocido”
El soldado aleman de la foto es, segun las cartas que obran en mi poder, Heinz Baresel, cabo de infanteria herido dos veces en combate y condecorado con la Cruz de Hierro de Segunda Clase.
Nombre completo Heinz Karl Hans Baresel, nacido el 29 de enero de 1920 en Hamburgo-Wandsbek.
Heinz, combatió en el frente del este, mas concretamente en Crimea y muy posiblemente en Sebastopol. Supongo que Heinz estaba integrado en el Cuartel General, podria ser su asistente u ordenanza, ya que en dos fotos esta sentado junto a un general, que ya me gustaria saber quien es, en una comida, junto a otros miembros de la Wehrmacht y la Lutwaffe, cosa muy poco habitual, dado que solo era un soldado en aquella epoca.
Poco mas tengo sobre este soldado. Fue esposo de la persona que me hizo llegar toda la documentación, Edith Riddel.
Edith Riddel contrajo matrimonio con Heinz
Baresel el 11 de Junio de 1943.
Al finalizar la guerra, y una vez confirmo Heinz habia muerto, se caso con un soldado escoces, del que solo tengo tres fotos. En 1986 se traslado
a Valencia donde fijo su residencia, y aqui es donde la conoci yo. Fuimos vecinos hasta que en 1994, la mente le jugo una mala pasada. Retrocedio en el tiempo. Solo recordaba a su esposo Heinz, a
quien esperaba cada noche En su estado, fué ingresada en un residencia de Valencia donde aun vive.
En una carta aparentemente oficial que recibió su hoy viuda, Edith, se le comunicaba la muerte de Heinz, durante la retirada de los alemanes en la zona de Praga. Posteriormente recibió otra carta donde parece ser un compañero de retirada de Heinz, Guenther Heuer, presencio la muerte de este, la mañana del 10 de mayo de 1945, en las afueras de Saatz (Zatec), desde donde intentaron llegar a Karlsbad (Karlovy Vary) a bordo de un tren hospital, a manos de civiles checos.
Entre los meses de Mayo y Junio de 1945, en la zona de Zatec (Saatz) y Postoloprty (Postelberg), cerca de 2000 alemanes de los sudetes, fueron asesinados y enterrados. Heinz, en su huida dejo atras todas las insignias y documentacion que lo relacionaran con la Wehrmacht, por lo que muy posiblemente fuera enterrado cono desconocido en la zona de Zatec.
En Praga todavía hay cuatro mil cuerpos de soldados alemanes muertos
durante la retirada, que no han recibido sepultura, y no estan identificados. Quizás algún día la través de La Organización Alemana para la Conservación de Cementerios de los Caídos de Guerra
-Volksbund Deutsche Kriegsgräberfürsorge (VDK), se consiga saber donde yacen sus restos.
Hoy me he enterado de la muerte de Edith Riddel, en la residencia donde estaba ingresada.
No he podido evitar hacer una breve reseña de su muerte. Ahora todos estos documentos que ella me dio, cobran más valor.
Ya no tendrás que esperar mas a tu marido Heinz, con la cena preparada, ni llamaras a mi casa preguntando si habíamos visto a tu marido, ni subirás comida a escondidas a los altillos, porque allí estaba escondido Heinz, unas veces de la Policía Militar alemana, otras de los partisanos. Ni llamaras en la madrugada diciéndonos que bajemos al refugio que viene los americanos a bombardear. Todo se ha terminado, ahora descansa tranquila, y estés donde estés, espero que Heinz este a tu lado.
Hasta siempre, Edith
Descansa en paz.
07/04/2013